Un día, hojeando un álbum con viejas postales que su abuela le había regalado hacía algún tiempo, descubrió una postal con un remitente estadounidense cuyo nombre era Arthur Stuempfle, que no le sonaba de nada. La postal no tenía ninguna fecha, pero sí la dirección del remite, el numero y la calle en Williamsport, Pensylvania, y había sido escrita a la familia Offermann.
Como sabía que el primer marido de su abuela tenía este apellido, le preguntó si conocía a la gente que había escrito esa postal. Le contó que no les conocía personalmente, pero que Stuempfle era un primo de la familia quien había emigrado a los Estados Unidos hacía mucho, probablemente hacía dos generaciones.
En vista de la situación en la que se encontraban, pensó que no sería tonto escribir a esa gente para pedir ayuda y ya que la postal estaba escrita en alemán, podría intentarlo en su propia lengua. Ante la confirmación de su abuela acerca del parentesco con los Stuempfle, aunque no los conocía, se alentó a escribirles a la dirección que figuraba en la postal.
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El cartero John Stuempfle entró en la oficina de Correos en Williamsburg, Pensylvania, muy temprano por la mañana, como solía hacer cada día, para ordenar las cartas, postales, otros escritos y periódicos, según su circuito antes de ponerse en camino.
Se extrañó de topar con una carta dirigida a su abuelo Arthur Stuempfle, quien ya estaba muerto desde hacía muchos años. Dio algunas vueltas a la carta y constató con asombro que había sido enviada desde Alemania. Sabía que su abuelo había emigrado de su país, pero todo contacto con parientes alemanes se había perdido.
or fin se decidió a abrir el sobre y sacar la carta para leerla. No estaba escrita en inglés así que John no entendió nada.